La narcocultura se refiere al fenómeno sociocultural mediante el cual el narcotráfico ejerce una influencia directa sobre la sociedad, no solo desde el poder económico y territorial, sino también desde el imaginario colectivo. Es la construcción de símbolos, valores y representaciones asociadas al mundo narco, que terminan penetrando en ámbitos como el entretenimiento, la música, la moda e incluso la admiración pública.
El filósofo y docente uruguayo Pablo Romero García analizó el impacto de este fenómeno durante una reciente intervención, destacando cómo la narrativa “romántica y épica” del narcotraficante contribuye a instalar una figura que resulta, en muchos casos, más creíble o atractiva que las propias instituciones públicas.
“Hay una narcocultura que genera un reconocimiento social. Esta figura de Marset genera una cultura que irrumpe e impacta, sobre todo, en territorios donde prima la necesidad y la narrativa del dinero rápido”, afirmó Romero, en alusión directa al caso de Sebastián Marset, uno de los narcos más notorios de la región.
El académico alertó que elementos como las narcoseries, videojuegos y géneros musicales que glorifican la vida delictiva actúan como herramientas simbólicas que contribuyen a la normalización y romantización del narcotráfico. Según Romero, estos productos culturales construyen sentido, especialmente entre los jóvenes que viven en contextos de vulnerabilidad o exclusión.
El peligro, señaló, está en que la narcocultura no solo ofrece un relato atractivo, sino que disputa valores, sentidos y aspiraciones, especialmente en lugares donde el Estado está ausente o ha perdido legitimidad.
Así, más que una moda, la narcocultura se convierte en un problema estructural, con implicancias sociales profundas que deben ser abordadas desde la educación, la cultura y las políticas públicas.