14 may. 2025

Quién fue Pepe Mujica y por qué su partida conmueve al mundo

José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, falleció este 13 de mayo de 2025 a los 89 años. Exguerrillero, preso político y referente global de la austeridad, fue una de las figuras más admiradas de la política latinoamericana. Su muerte cierra una vida marcada por la lucha, la coherencia y la sencillez. El mundo despide a un símbolo ético en tiempos convulsos.

José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, falleció el 13 de mayo de 2025 a los 89 años, víctima de un cáncer de esófago que él mismo hizo público en abril de 2024.

A comienzos de este año, ya había anticipado que no se sometería a más tratamientos. “Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso”, dijo con la claridad y franqueza que lo caracterizaban. Desde entonces, permanecía en cuidados paliativos, acompañado por su compañera de vida, la exvicepresidenta Lucía Topolansky.

La noticia de su muerte ha resonado en el mundo entero, no solo por su rol en la política uruguaya, sino por lo que representó globalmente: un símbolo de la austeridad, la coherencia personal, la honestidad política y la filosofía de vida basada en la sencillez.

De guerrillero a presidente

Mujica nació en Montevideo el 20 de mayo de 1935, hijo de un pequeño productor rural arruinado. Dejó sus estudios tempranamente para dedicarse al activismo. Fue uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana inspirada en la Revolución Cubana. En ese contexto, recibió seis impactos de bala, fue arrestado varias veces y pasó 13 años preso en condiciones inhumanas, muchos de ellos aislado en calabozos subterráneos, como uno de los “rehenes” de la dictadura militar.

Tras la restauración democrática en 1985, Mujica fue liberado y se integró a la vida política democrática. En 1994 fue elegido diputado; en 1999, senador; y en 2005, ministro de Ganadería. En 2009 ganó la presidencia de la República como candidato del Frente Amplio y gobernó entre 2010 y 2015.

El presidente más austero del mundo

Durante su mandato, el mundo posó los ojos sobre Uruguay por tres leyes históricas: la legalización del aborto (2012), del matrimonio igualitario (2013) y del uso recreativo de la marihuana, también en 2013, convirtiendo al país en el primero en regular toda la cadena del cannabis. “No es una cuestión ideológica, es sentido común”, decía.

Pero fue su estilo de vida el que más llamó la atención internacional. Rechazó la residencia presidencial, donaba el 90% de su sueldo y vivía en su modesta granja en las afueras de Montevideo, conduciendo su legendario Volkswagen Escarabajo celeste de 1987.

Su intervención en la Cumbre de Río+20 en 2012, con un discurso que denunciaba el consumismo y el desperdicio de los recursos naturales, lo catapultó como referente ético y filosófico para una generación harta del cinismo político.

Contradicciones, franqueza y legado

Pepe Mujica fue una figura compleja. Capaz de convivir con sus propias contradicciones, defendió a la vez la democracia liberal y la revolución socialista, criticó al capitalismo pero aplicó políticas económicas ortodoxas. Admiró a Cuba y mantuvo buenas relaciones con Estados Unidos. Fue amigo tanto de Barack Obama como de Nicolás Maduro. Y se ganó la simpatía de celebridades como Aerosmith o Ricky Martin.

Aunque fue más idolatrado fuera que dentro de su país —donde se le reprochan fallas en su gestión, como la frustrada reforma educativa o el aumento del déficit fiscal—, su legado trascendió ideologías. Fue, sobre todo, un “animal político” que nunca dejó de militar. En 2019 volvió al Senado y en 2020 se retiró formalmente, aunque siguió participando en la vida pública.

Un símbolo que trasciende fronteras

La muerte de Pepe Mujica genera luto mundial porque su figura representó una esperanza ética en tiempos de desilusión. Un político que eligió vivir como predicaba, que hablaba claro, que entendía la política como servicio y no como privilegio. Que supo perder y supo ganar. Que resistió a la tortura sin volverse cínico, y a la fama sin volverse vanidoso.

Su despedida es sentida en todos los rincones donde aún se cree que es posible una política más humana, más honesta y más simple. Como él mismo dijo:
“Vivir con lo justo para ser libre.”

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