El cónclave decidió en menos de 24 horas. A las 18:04 de Roma del 8 de mayo de 2025, la fumata blanca marcó el inicio de un nuevo pontificado. El elegido fue el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, quien adoptó el nombre de León XIV, y con él, llega a la Iglesia una figura compleja: cercana al reformismo de Francisco, pero con un estilo más reservado y matices doctrinales propios.
Prevost, nacido en Chicago pero con décadas de misión en Perú, donde incluso adoptó la ciudadanía, encarna una Iglesia con raíces globales y sensibilidad latinoamericana. Fue prefecto del Dicasterio para los Obispos —uno de los cargos más influyentes del Vaticano— nombrado por Francisco en 2023. Su elección como Papa es vista por muchos como una señal de continuidad con el pontificado anterior, especialmente por su apuesta por una Iglesia cercana a los pobres, sinodal y abierta al diálogo.
Sin embargo, León XIV no es un simple heredero. A diferencia de Francisco, mantiene una postura más prudente ante ciertos temas, como la inclusión del colectivo LGBTQ, aunque apoyó discretamente el documento Fiducia Supplicans. También respaldó que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar, lo que muestra su disposición a sostener cambios pastorales, sin romper del todo con sectores más tradicionales.
El nuevo Papa asume el pontificado en una Iglesia dividida entre reformistas y conservadores, con desafíos urgentes: los abusos, la pérdida de fieles en Occidente, y las tensiones doctrinales internas. ¿Será capaz León XIV de mantener el frágil equilibrio entre renovación y tradición?
Por ahora, dejó claro su punto de partida: “La paz sea con todos ustedes”, dijo en su primer mensaje desde el balcón vaticano. Un saludo que, más allá del gesto, marca el tono de un pontificado que buscará, ante todo, tender puentes.