En un contexto cada vez más crítico para los usuarios del transporte público, un nuevo sondeo a pasajeros expone la indignación de la ciudadanía frente a la amenaza de paro impulsada por los empresarios del transporte, quienes reclaman el pago de un subsidio estatal atrasado de aproximadamente USD 9,5 millones.
Sin embargo, lejos de generar empatía o apoyo popular, el pedido empresarial choca con una realidad que para muchos usuarios es ya insostenible. “A los empresarios no se les tiene que pagar nada. No tienen colectivos en condiciones”, expresó una pasajera consultada, resumiendo el sentir general de un sistema percibido como obsoleto, abusivo y abandonado.
Las denuncias son múltiples y coinciden en lo esencial: la precariedad del servicio. “Lo más indignante de ir en bus es ir todos encimados como animales. Uno llega súper cansado al trabajo”, declaró otra usuaria, reflejando el hacinamiento cotidiano que convierte el trayecto laboral en una experiencia humillante.
Lejos de mostrar mejoras tangibles, los millones de dólares en subsidios entregados durante años parecen no haber transformado en lo más mínimo la calidad del servicio. “Todos los buses son chatarras y no hay luego. Todo el tiempo hay regulada. No hay mejoras con el subsidio. No se lo merecen”, afirmó con frustración otro pasajero.
El malestar se extiende incluso a la conducción. Una adulta mayor de 76 años relató entre lágrimas: “Ni los choferes están capacitados para manejar. El chofer frena y me tira para el frente. Ya tengo miedo de subirme”.
La amenaza de paro no hace más que añadir presión a una ciudadanía que no ve alternativas. Viajar en bus hoy no es simplemente un medio de transporte: se ha convertido en un ejercicio diario de supervivencia. Y mientras los empresarios reclaman, los usuarios exigen respuestas, reformas estructurales y un sistema de transporte que deje de castigar a quienes menos tienen.